El final de mí...el punto de partida de Dios
Mis padres, mis hermanos y yo empezamos a asistir a una iglesia cristiana allá por el año 1988. Tenía 10 años en ese entonces. Aún recuerdo cuando nos bautizamos todos juntos en una piscina (alberca), en la casa de una hermana de la congregación. Fue un momento muy especial.
De aquel tiempo guardo en mi memoria momentos en la escuela dominical, los campamentos en familia, el servicio los domingos y la convivencia con los hermanos. Tenía una relación cercana con el Señor, hablaba con Él, sentía su proximidad y deseaba hacer lo bueno. Era una fe sencilla, el corazón de una niña confiado en su Dios.
En la iglesia pasé por experiencias buenas y no tan buenas. Supongo que esto nos pasa a la mayoría de nosotras. Pero, en mis años de adolescencia, empecé a capitalizar esas experiencias malas como excusas para alejarme. Y digo excusas, porque la verdad es que comencé a tener otros intereses. Proverbios 18:1 lo dice claramente, “El que se aparta busca su propio deseo…”, y así fue conmigo. La intención no es entrar en detalles, lo cierto es que fui apartándome poco a poco y mi relación con Dios se fue enfriando. Me congregaba y también empezaba a disfrutar muchas cosas nuevas fuera del entorno cristiano. Empecé a vivir lo que me gustaba de ambos ambientes. Fue algo progresivo. No dejé de “ser cristiana” pero tampoco vivía una vida coherente con su Palabra.
Los años pasaron, terminé la secundaria, luego la universidad y empecé la vida laboral. A lo largo de ese tiempo hubo momentos de profundo vacío y temporadas en que retorné a la iglesia en busca de Dios, pero nuevamente algo ocurría y me volvía a alejar. Comprometía mi corazón en alguna relación amorosa y depositaba mis esperanzas en esta nueva y estimulante experiencia, o, algún tema laboral consumía toda mi energía, o, pasaba algo que no me agradaba en la iglesia, o, me disgustaba con Dios porque algo salió mal, etc..etc...etc. Ya no recuerdo bien los pretextos que usé para justificar que, en realidad, yo quería hacer las cosas a mí manera y al mismo tiempo estar bien con el Señor. Me engañaba pensando que mis malas decisiones no traerían consecuencias. No “soltaba” lo que tenía que soltar, no había en mí una entrega total, retenía parte de mí...para mí.
Hasta que, a inicios del año 2012, ya con casi 34 años, llegué al final de mí misma.
Quien pasó por este proceso entiende que las palabras quedan cortas. Sentí que me quebraba por dentro. Me afligí al punto de la desesperación por esa vida dividida y vacía que no me estaba llevando a ningún lado. Una noche, me puse de rodillas en la sala del departamento donde vivía en ese entonces, y por fin me rendí. Experimenté un profundo arrepentimiento por mis pecados. Sí, en la búsqueda de mi propio camino, había errado de incontables maneras y me había hecho mucho daño. Recuerdo haber llorado bastante. Lloré mis años desperdiciados en la tibieza espiritual, lloré de cansancio, lloré en arrepentimiento y sentí vergüenza por haber sido tan necia.
“Entonces, volviendo en sí, dijo: “! Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, pero yo aquí perezco de hambre !. Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti...” (Lucas 15:17-18)
“Pero el padre dijo a sus siervos: “Pronto; traigan la mejor ropa y vístanlo; pónganle un anillo en su mano y sandalias en los pies” (Lucas 15:22).
Pero Dios…
¡Me encantan los “peros” de Dios!
Él me abrazó, me secó las lágrimas y me levantó. Lo más sorprendente es que pude sentir en mi corazón el Señor diciéndome: “aún en tu momento más bajo, yo estuve allí contigo, ahora regresaste a mis brazos y estoy feliz de tenerte de vuelta. Siempre te amé. Nunca dejé de amarte. Aquí estoy”.
Quedé enlazada con Su amor…Él había permanecido fiel todos esos años.
“...Con amor eterno te he amado, por eso te he atraído con misericordia” (Jeremías 31:3)
Así empezó un camino de restauración con el Señor. El proceso requirió intencionalidad de mi parte y la toma de decisiones. Todo esto en las fuerzas del Espíritu Santo, agarrada de la Palabra de Dios y rodeada de la iglesia de Cristo…si,...la iglesia que en otro tiempo cuestioné, ahora era mi refugio. Fue el lugar de mi restauración.
Hermana y amiga, si sientes un vacío en tu interior o perdiste el sentido de valor y te parece que todo lo que has hecho y lo que haces no te está llevando a ningún lado, si te sientes andando en círculos, lo que te falta no es un esposo o una boda de ensueño, lo que te falta es Jesús. Lo que el alma de toda mujer necesita imperiosamente es a Cristo.
Considéralo como un grito de alerta de alguien que perdió demasiado tiempo buscando saciar su hambre en cualquier otra cosa y que resistió entregarse a Dios al cien por ciento. Amiga, no sigas ese camino. Suelta todo lo que estás reteniendo entre tus manos, ábrelas y deja ir todo lo que sabes que te aleja de Dios, no temas hacerlo, no estás perdiendo nada, todo lo contrario. Estás haciendo espacio para que el Señor pueda depositar allí sus sueños, sus planes, todo lo que Él preparó de antemano para ti (Efesios 2:10)
Créeme que sé cuanta resistencia puedes estar sintiendo al leer esto. Sin embargo, es el punto de partida para todo lo que Dios desea hacer en y a través de ti. De eso se trata nuestra fe en Cristo. Es confianza. Es entrega total, completa y absoluta de todo lo que eres en Sus manos. Es pasar a ser como un lienzo en blanco sobre el cual Dios puede pintar una obra de arte, para que otras personas vean y admiren al Artista, que Cristo se luzca en tu vida, que Él se glorifique en ti.
Si te has alejado…recobra el sentido y vuelve
Si estás en la casa del padre todas Sus riquezas son tuyas, solo asegúrate de que tus manos estén abiertas y libres...no temas rendirte, no dudes, porque estás en manos de alguien que te ama con amor eterno…
“Pero luego volveré a conquistarla. La llevaré al desierto y allí le hablaré tiernamente. Le devolveré sus viñedos y convertiré el valle de la Aflicción en una puerta de esperanza. Allí se entregará como lo hizo hace mucho tiempo cuando era joven…” “Te haré mi esposa para siempre, mostrándote rectitud y justicia, amor inagotable y compasión, Te seré fiel y te haré mía, y por fin me conocerás como el Señor” (Oseas 2:14-16; 19-20)
Es demasiado hermoso y sabio todo este testimonio querida hija!! Te amo y Bendigo tu vida!!!
ResponderBorrarAmén! Gracias!!
BorrarQue maravilloso y tremendo todo lo que he leído! Y lo he hecho un extenso, creo!! Puedo VER, PALPAR Y SENTIR tan profunda la obra de Dios en tu vida Ali amada!!!!! Se parte de ese proceso, y se en la mujer de Dios que te haz convertido!!! Solo me cabe decir a ntro Amado Señor: GRACIAS por esta obra de amor en la vida de tu hija y sierva!! Siga EL usándote con el poder de su Espíritu Santo!!!!!! Me emocioné al leerte, más sabía que iba a encontrar tanta profundidad e intensidad en el Señor, pues se como le buscabas y le buscas al Señor!! Una dicha tan preciosa tenerte de hermana y amiga en Cristo Jesús!!!!!! Le doy GRACIAS AL SEÑOR por tu vida Ali preciosa!! Pues preciosa, sos!!!!! Tqm♥️
ResponderBorrarDios es bueno!..muchas gracias mi hermana y amiga.Tqm!
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