De estar decepcionada...a sentirme bendecida

Tenía 34 años, estaba en el proceso de sanar el alma, de librarme de la adicción al cigarrillo, con una mezcla de mi antigua manera de pensar y lo nuevo que se iba depositando en mi mente a medida que recordaba y aprendía las verdades de la Palabra de Dios. Recuerdo que pasaba por luchas internas fuertes. Sabes... es un ejercicio de la voluntad el rechazar mentiras tan arraigadas en tu entendimiento y abrazar la verdad de Dios con todas tus fuerzas, y realmente empezar a vivirlas.  Muchas veces una necesita ayuda, orientación y consejo sabio. Entonces, recurrí a una amiga cristiana y hablé con ella sobre lo que estaba sintiendo. Ella oró conmigo, me consoló y sabiendo que me sentía sola, con la mejor de las intenciones me dijo “conozco un muchacho cristiano, va a mi iglesia, pienso que tal vez podrían conocerse”. ¡Oh! vi una luz al final del túnel y me entusiasmé mucho con la posibilidad de conocer a un hombre cristiano. Y empecé a pensar; “Debe ser el indicado, ahora que estoy en los caminos del Señor, Él está trayendo la persona correcta a mi vida”.

Comencé a conocerlo, y a pesar de que hubo varias “alarmas internas” (¡hay que escucharlas!) yo proseguí porque estaba ilusionada. Ya soñaba despierta, me había hecho toda la película. Esa era mi manera de proceder. Primero comprometía mi corazón y después pensaba. La única diferencia esta vez era que se trataba de un hombre que asistía a una iglesia cristiana.

En resumen, la relación no prosperó y pasé por otra desilusión.

Hoy le doy gracias a Dios por las decepciones que experimenté (esa no fue la última).  Fueron sacando a la luz cosas que necesitaban ser cambiadas. Yo aún no me había despojado de mi pasada manera de vivir (Efesios 4:22). ¿Cómo? Dirás: ¿Acaso no te habías rendido y habías empezado tu caminar con Dios? ¡Sí! Pero todavía persistían maneras de pensar, de priorizar y de actuar de "la antigua Alicia".

Mira lo que hice. Ni bien mi amiga me habló de la posibilidad de conocer a alguien, yo coloqué “eso” en el trono de mi corazón. Y sin darme cuenta andaba soñando despierta. Parece infantil, lo sé, tal vez algunas no se sientan tan identificadas, pero para aquellas que sí, recuerden que, dar rienda suelta a los pensamientos románticos puede llegar a desorientarte. Debemos aprender a aquietar nuestras emociones y llevarlas al Señor en oración y pedirle sabiduría.

También sucede que, cuando tomamos la decisión de rendir nuestras vidas al Señor, esperamos cosechar los frutos de ese compromiso en nuestro tiempo y según nuestros criterios. Pero si recorres las historias de la Biblia puedes darte cuenta de que no ocurre de esa manera. Sería bueno que nos detuviéramos a pensar que, a veces entre un versículo y otro trascurrieron días, meses o años. Años con sus 365 días, meses con sus 30 días, y días con sus 24 horas. Cada hora con sus luchas mentales, cada día con sus afanes, cada año con sus desafíos, aciertos y desaciertos.  Mira, esas mujeres eran como tú y como yo. Sí, Ruth, Ester, Ana, María, Sara...ellas tuvieron que ser intencionales en confiar en Dios a lo largo de sus vidas. Pero de una cosa puedes estar segura, el Señor no comete errores, y lo que hace lo hace perfecto en Su tiempo y a Su manera.

Hay una frase que dice: “Dios escribe recto sobre líneas torcidas”, y creo que el proceso con Dios muchas veces es así. Yo no retrocedí, pero mi camino estuvo un tanto accidentado. Y quisiera que evites el dolor y las consecuencias de los errores; pero también decirte que cuando estás decidida a obedecer y hacer la voluntad de Dios, puede que te equivoques en el camino o algo te cause alguna tristeza, pero esa aflicción no será estéril porque te dejará una enseñanza sellada en el corazón y te llevará al siguiente nivel en tu relación con el Señor.

Dios redime nuestras vidas, hace que todo coopere para nuestro bien (Romanos 8:28). El Señor va formando nuestro carácter, renovando nuestra mente y mostrándonos que las desilusiones muchas veces son muestras de su amor porque nos apartan de un lugar incorrecto y nos llevan a buscar respuestas en Él.

Si has tomado la decisión de entregarle al Señor tu vida, si has abierto tus manos y le has rendido tu soltería diciéndole “que se haga tu voluntad”, quiero decirte que ERES UNA MUJER VALIENTE. Sé que las personas a veces no se dan cuenta de la fortaleza interior, la resistencia y fe que una mujer soltera requiere para mantenerse firme en medio de tantas presiones internas y externas. Es intenso. Pero tienes al Señor de tu lado y Él es el único espectador que importa.

Comparto contigo dos cosas que aprendí por medio de la desilusión y que con el tiempo se fueron afirmando cada vez más:

1. Eres demasiado valiosa para Dios

Tu identidad es el conjunto de características, rasgos o atributos propios que te distinguen de los demás. Es lo que te hace ser quien eres.

Cuando te preguntas: “quién soy?, muy probablemente tus pensamientos giran en torno a tu apellido, o tu formación profesional, o aptitudes, o roles (esposa, madre, hija, sobrina, etc.), o logros. Entonces, por ejemplo, te identificas como: soy abogada, soy médico, soy hija de, soy mamá, soy maestra, soy campeona de salto alto, soy empresaria, en fin, puedes completar con lo que te distingue.

Pero como hija de Dios tu identidad no está en ninguna de estas cosas. Porque todo lo que tiene que ver con esta vida es pasajero e incierto. Tu valor está en lo que Dios dice de ti, en quien eres a los ojos de Dios. Todo lo demás fluye de quien eres en Cristo. Tienes que estar convencida de que:

Tú eres preciosa para Dios, vales la sangre de Cristo, eres linaje escogido, eres santa, eres realeza.

Cuando sabes lo valiosa que eres a los ojos de Dios, eso se convierte en un fundamento sólido que te mantiene digna, firme y satisfecha, tengas las demás cosas o no, porque lo que determina tu valor es como Dios te ve.

2. Ten cuidado con los ídolos del corazón

Un ídolo del corazón es cuando colocas tu sentido de valor en algo que no sea el Señor, en algo que es temporal, por bueno que sea, esto se vuelve un dios para ti. Y por eso, cuando eso te falta entonces te desmoronas.

Yo tenía varios: la realización profesional, el matrimonio, la independencia económica, entre otros. ¿Eran cosas malas en sí mismas? ¡Claro que no! Pero cuando me faltaron o no llegaron, me desmoroné, y entonces entendí que colocaba mi sentido de valor en ellas. Por eso cuando mi trabajo dejó de entusiasmarme, cuando una relación terminó en desilusión, o cuando me quedé sin ahorros, me frustré mucho.

Hoy entiendo que era el Señor apuntando esas áreas en mi vida y poniendo las cosas en la perspectiva correcta.

Creo que para muchas mujeres solteras la falta de un esposo afecta su sentido de valor. Y eso no debe ser así. Eso no coincide con lo que la Palabra de Dios dice. Y por lo tanto no es verdad.

Quiero detenerme aquí y estar segura de haberme hecho entender. No me refiero al deseo de casarse y formar una familia. Ese deseo es bueno. Debes sentirte libre de anhelar y orar por ello. Si te sientes triste llora, clama y deposita ese sueño en manos de tu Padre. Debes ser honesta contigo misma y con Dios. Él te entiende y sabe de qué cosas tienes necesidad antes de que se la pidas (Mateo 6:8). Solo vigila que nada ni nadie (incluso tú misma) susciten sentimientos de desvalorización por no estar casada porque eso ciertamente no viene de Dios.

Tienes que deglutir las verdades de la Biblia, vivir por ellas y para ellas, para mantenerte estable, serena y segura.

Protege tu corazón. Para ello debes permanecer en “modo” adoración. Esto es, sin ídolos que tomen el lugar del Señor. Cuando colocas en el trono de tu corazón algo o alguien que no sea Dios, vienen los afanes y pierdes tu libertad.

Mi hermana y amiga, tú puedes ser una demostración viva de la suficiencia de la gracia de Cristo cuando mantienes tu corazón libre de lazos y lleno de devoción al Señor. Puedes ser luz para muchas mujeres cuando ven que tú estás saciada por esa agua viva que hace que no tengas sed jamás...


Pero la que beba del agua que yo doy, nunca más tendrá sed. El agua que le daré brotará dentro de ella como un manantial que da vida eterna (adaptado de Juan 4:14 PDT)









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