De cargada...a ligera
“El temor aparece cuando imaginamos que todo depende de nosotros” (Elisabeth Elliot)
Hay porciones de la Biblia que empezaron a enseñarme algo en un momento de la vida, pero no las comprendí en su mayor amplitud hasta un buen tiempo después.
Cuando las circunstancias que vives se vuelven muy intensas, tu visión se vuelve borrosa y no ves otra posibilidad de salvación más que mirar al cielo y pedir socorro, es en ese momento que aquella Palabra que conocías hace años, la entiendes a otro nivel de profundidad, se asimila en tu espíritu y produce algo.
Ojalá no nos tomara tanto tiempo llegar a ese punto, pero somos más fuertes de lo que pensamos y tenemos una tendencia natural a resistirnos, a obstinarnos, a querer hacer nuestra voluntad, a querer controlar, a seguir nuestras emociones y hacerlo en nuestras propias fuerzas. Creemos estar bien, pero no es así. Solamente despertamos a nuestra realidad cuando una situación nos rompe, tritura nuestra autoconfianza y caemos derrotadas, vencidas, entregadas. Y desde ese lugar, finalmente, le damos oportunidad al Señor de hacer lo que nadie más puede hacer.
Y sé que, en estos tiempos donde somos bombardeadas con la idea de ser poderosas, las palabras “vencida”, “entregada” y “derrotada” suenan a fracaso. Pero la verdad es que en ese momento de capitulación es donde está el verdadero poder y el verdadero refrigerio. Porque cuando somos débiles, entonces somos fuertes (2 Corintios 12:10)
dijo Jesús: Vengan a mí todas las que están cansadas y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón y encontrarán descanso para el alma. Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana (Mateo 11:28-30)
Me repetía esa enseñanza cuando me encontraba física y/o mentalmente cansada. Y eso estaba bien. Aunque a medida que pasó el tiempo estas palabras del Señor fueron adquiriendo otra dimensión.
Como mujer soltera llegó un tiempo que tuve que entregar la carga de la ansiedad por el futuro, sujetarme a Jesús y dejarme guiar por Él. Dejé de querer controlar los acontecimientos de mi vida, me “até a Jesús” y me dejé llevar. Mi andar fue mucho más fácil y ligero. La soltería dejó de ser un peso.
Pero recientemente esta palabra confortó mi corazón de una manera distinta y quiero compartir esta experiencia contigo porque no importa la etapa de la vida en la que te encuentres, todas luchamos con cosas similares.
Hace un par de días me encontré bajo la carga de los intentos fallidos por dominar mis reacciones emocionales, la carga de la impotencia por no poder cambiar mis circunstancias y la carga por querer modificar el comportamiento de las personas que me rodean. La tarea de pretender transformarse una misma y transformar a los demás o a las situaciones, genera un peso demasiado grande . ¿Por qué? Porque es tratar de controlar cosas sobre las cuales no tienes ningún control. Es como estar llevando una pila de cajas con un peso muy superior al que tu estructura ósea y muscular tuvieran la capacidad de resistir. Imposible seguir caminando con tanto peso. Había dos opciones, o entregaba las cargas o me lesionaba. Y como no las entregué, me lesioné. Algo se rompió. Se rompió mi autosuficiencia y me quedé tendida, entregada, rendida. Y recién allí dije: “no puedo con esto, te lo entrego Jesús”
¿Sabes? Para el Señor no es difícil llevar nuestras cargas. Solamente Él tiene control sobre ellas y el poder para generar el cambio.
Luego de este acto de entrega recibí un alivio tan profundo que podría compararlo con una sedación. Reconocí esa sensación. La había sentido antes, cuando entendí que el afán en mi soltería en gran parte se debía al pensamiento de que ya había hecho mérito suficiente para recibir un esposo, y éste no llegaba. Pero eso no era correcto, TODO es por gracia. Y el Señor trató con eso y vino la sensación que se llama: el corazón humillado.
Esta vez las circunstancias eran distintas, pero me había vuelto a extraviar en las mismas actitudes: “tengo derecho a”, “merezco”, “tiene que ser así”, "yo puedo con esto", etc.
Tenemos tanto temor a esa palabra: “humillación”, y, sin embargo, ¡que descanso hay en ese lugar! Cesa la batalla, solo te rindes, entras bajo la dependencia completa de Jesús, confías en su cuidado y en su intervención. “...la dependencia absoluta, sencilla y confiada de aquellos que no poseen recursos propios de qué valerse” (*). Como el de una niña. El corazón humilde que vuelve a estar en la posición de ser enseñado y moldeado por Dios. La consecuencia de reconocer tu propia bancarrota espiritual es que te amansas, porque tu alma descansa del arduo trabajo y halla alivio. ¡Que quietud tan deliciosa! Realmente su yugo es fácil y ligera su carga.
El yugo simboliza estar bajo sometimiento, y tú puedes escoger seguir atando sobre tus hombros la carga pesada de tratar de vivir en tus fuerzas, o, doblegarte a Cristo y permitirle hacer las cosas a su manera.
Tú te salvarás solo si regresas a mí y descansas en mí. En la tranquilidad y en la confianza está tu fortaleza (Isaías 30:15)
Te animo a no esperar llegar límite para rendirte. Entrega voluntariamente tus cargas.
¿Necesitas con urgencia tener victoria sobre un pecado en tu vida?, ¿deseas una intervención divina en tus circunstancias? Entrégalo todo a Jesús, agáchate junto a Él y colócate su yugo. Camina ligera mientras Él se ocupa en salvarte, en salvar tu situación y llevarte al lugar de la victoria.
Dios te bendiga
(*) del libro "Humility and Absolute Surrender". Andrew Murray
(*) http://es.enduringword.com/comentario-biblico/mateo-6/
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