De escucharme...a escuchar a Dios

“Te has dado cuenta de que mucho de tu infelicidad en la vida se debe al hecho de que te estás escuchando a ti mismo en lugar de hablarte a ti mismo?” (D. Martyn Lloyd-Jones)


Esa fue otra gran lección del Espíritu Santo. El proceso de aprendizaje se inició hace unos años, el ponerlo en práctica sigue siendo un desafío hasta hoy. He tenido momentos de victoria, pero todavía no es terreno conquistado.

Probablemente muchas de nosotras conocemos bastante de la Biblia. Conocemos promesas de Dios suficientes como para sostenernos en cualquier momento de la vida que estemos atravesando, pero muchas veces no las creemos de corazón. Y no las creemos de corazón porque no nos hablamos esas promesas. ¿Recuerdas que la Biblia dice que la fe viene por el oír y oír la palabra de Dios, (Romanos 10:17) y que debemos hablarnos unos a otros con salmos, himnos y cantos espirituales? (Efesios 5:19). Bueno, creo que eso incluye cómo nos hablamos a nosotras mismas. 

Es necesario que nos hablemos y pensemos lo que Dios dice, y no lo que fluye automáticamente en nuestra mente, que, la mayoría de las veces está más moldeado por lo que vemos en las redes sociales, la televisión, las malas conversaciones, o cualquier otro tipo de influencia que nos rodea (por cierto, este es tema para otro día). En lugar de escucharnos a nosotras mismas, a nuestros temores, nuestras dudas, nuestras tristezas, nuestra lógica, nuestro razonamiento, etc., deberíamos hablarnos la verdad de Dios.

¿Te suena muy descabellado que tengas que hablarte a ti misma? Mira lo que escribió el salmista:

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Salmo 42:5)

Si está escrito es porque es válido y necesario que nos hablemos a nosotras mismas los pensamientos del Señor.

Es increíble la capacidad que tenemos de creer cualquier cosa y dudar de la única verdad absoluta y eterna que viene de la boca de nuestro Padre que tanto nos ama.

Romanos 10:8 dice “...Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón…” Me llama la atención que cita primero la boca y luego el corazón. Creo que la confesión tiene el poder de activar algo en nuestros corazones. 

Me di cuenta de que puedo conocer la promesa con el intelecto, pero al declararla con mi boca la oigo, y al oírla voy infundiendo confianza en Dios a mi corazón.

Hebreos 4:12 dice que la palabra de Dios es “viva y eficaz”. Es decir, tiene vida en sí misma y el poder de producir resultados. No son palabras humanas, son palabras que contienen el aliento del Señor y la capacidad de generar vida, vida a tu fe, a tus esperanzas, a tu propósito, a tu presente, a tu futuro, a tu cuerpo y a tu mente.

Así que hoy quiero animarte a hacer el ejercicio de leer en voz alta estas porciones de la Palabra de Dios. Piensa en lo que estás leyendo y háblale a tu ser estas promesas divinas.

Como hija de Dios puedes apropiarte de cada una de ellas, ¡son para ti!

Aquí van: 


“El Señor llevará a cabo los planes que tiene para mi vida, pues tu fiel amor, oh Señor, permanece para siempre…” (Salmo 138:8 NTV)


Desde el principio del mundo ningún oído ha escuchado, ni ojo ha visto a un Dios como tú, quien actúa a favor de las que esperamos en ti (Isaías 64:4 NTV))


“...todavía te pertenezco; me tomas de la mano derecha. Me guías con tu consejo y me conduces a un destino glorioso” (Salmo 73: 23-24 NTV)


“Que todo mi ser espere en silencio delante de Dios, porque en él está mi esperanza. Solo él es mi roca y mi salvación, mi fortaleza donde no seré sacudida. Mi victoria y mi honor provienen solamente de Dios" (Salmo 62: 5-7 NTV)


“Opté por no oír nada y tampoco respondo. Pues a ti espero, oh Señor. Tú debes responder por mí oh Señor mi Dios" (Salmo 38: 14-15 NTV)


Los sabios tomarán todo muy en serio; verán en mi historia el fiel amor del Señor (Salmo 107:43)


Dios es: mi fuerza, mi roca, en quien encuentro protección, escudo, lugar seguro. Dios: me rescató, me sostuvo, me condujo a un lugar seguro, me recompensó, me restauró, ilumina mi obscuridad, me arma de fuerza, me hace andar tan segura, me entrena, fortalece mis brazos, me ha engrandecido, hace perfecto mi camino, somete a mis enemigos, me da la victoria, me nombra, me salva. Con tu fuerza puedo aplastar a un ejército, con mi Dios puedo escalar cualquier muro (Salmo 18)


El Señor se deleita en cada detalle de mi vida (Salmo 37:23)


Mi corazón está angustiado...¿cuánto falta, oh Señor para que me restaures?...Estoy agotada de tanto llorar...el Señor ha oído mi llanto...el Señor ha escuchado mi ruego...el Señor responderá mi oración (Salmo 6: 3,6,8,9)


“...en la tranquilidad y en la confianza está mi fortaleza” (Isaías 30:15)


Él seguirá conmigo a fin de enseñarme; veré a mi maestro con mis propios ojos. Mis oídos lo escucharán. Detrás de mí, una voz dirá: “Este es el camino por el que debes seguir”, ya sea a la derecha o a la izquierda” (Isaías 30:20-21)


Me haces entender y me enseñas el camino en que debo andar, sobre mi fijas tus ojos (Salmo 32:8)


Porque mi marido es mi Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y mi redentor el Santo de Israel. Dios de toda la tierra será llamado.


Con justicia seré adornada, estaré lejos de opresión, porque no temeré, y de temor, porque no se acercará a mí. (Isaías 54:14 RV)


Debido a que el Señor soberano me ayuda, no seré avergonzada. Por lo tanto he puesto el rostro como una piedra, decidida a hacer su voluntad. Y sé que no pasaré vergüenza (Isaías 50:7 NTV)


Ciertamente me consolará el Señor; consolará todas mis soledades, y cambiará mi desierto en paraíso, y mi soledad en huerto de Jehová; se hallará en mí alegría y gozo, alabanza y voces de canto. (Isaías 51: 3 RV)


Aunque yo me olvide, el Señor nunca se olvidará de mi...he aquí en las palmas de Sus manos me tiene esculpida...(Isaías 49: 15 y 16 RV)


Recuerda que tú te mantienes con vida no solo con el alimento que ingieres cada día, “sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.


El Señor te bendiga







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