El giro de timón
Desde aquel “final
de mí misma” hasta inicios de 2019 habían pasado siete años; y
en ese punto de mi vida empecé a sentir una inquietud bastante
fuerte. Algo cambiaría. Podía discernir que la agitación interna
que estaba experimentando no era algo emocional, era algo espiritual.
Algo iba a dar un giro. Pero no tenía idea de qué se trataba.
En junio de 2019 unos amigos en común nos conectan y empezamos a escribirnos. Los chats se convirtieron en largas conversaciones, luego, en video llamadas y a fines de julio nos conocimos personalmente. La relación fluyó y prosperó a pesar de la distancia y decidimos casarnos en julio del siguiente año. Del glorioso 2020. Pero ya sabes lo que pasó en 2020…
Sí, así es, la pandemia nos cerró las fronteras, los planes de boda se postergaron y esperamos diez meses para volver a vernos. Ese fue un tiempo de prueba que Dios usó para que en diciembre pudiéramos hacer nuestros votos un poco más conscientes de la realidad de lo que implica un matrimonio. Entonces, a nuestros cuarenta y dos años, nos casamos, el 12 de diciembre del 2020.
No imaginé que el giro de timón fuera ese y de esa manera.
Cuando un barco empieza a girar no lo hace de manera brusca, va cambiando su rumbo de manera gradual mientras se enfrenta a las olas que golpean su estructura. Así me sentí durante ese tiempo.
Si bien Dios me sorprendió “de repente” con la presencia de Pablo en mi vida, el desarrollo de esa relación fue emprender un nuevo viaje de fe. Y quisiera compartir algo de lo que fue ese proceso a partir de la próxima semana.
He estado escribiendo sobre lo vivido con el Señor durante los siete años que mencioné al principio. Si bien las circunstancias en mi vida han cambiado, lo que aprendí es de incalculable valor y son tesoros espirituales que debo seguir aplicando hoy tanto o más que antes.
Abrazo mi
presente nuevamente,
como mujer, hija de Dios y esposa, ya sea que Él me dé la posibilidad de ser madre o no. Sé que mi vida no está
en un paréntesis “hasta que”. Cuido lo que tengo hoy y sigo
viviendo este viaje de plenitud con mi Cristo.
La mayoría de nosotras esperamos la intervención de Dios en algún aspecto de nuestra vida. Fue una gran bendición haber aprendido de soltera que, el soltar absolutamente todo en sus manos, es el punto de partida de Dios para que despliegue todo lo que Él quiere hacer en y a través nuestro.
Cuando recuesto mi cabeza en el pecho de mi esposo, escucho su corazón latir y la vibración de su voz orando al Señor, entregando nuestros sueños y cargas al Él, le oigo agradecer, adorar e interceder...mi hermana, eso no tiene precio. Le doy gracias al Señor por no haberme permitido seguir con mis propios planes y por cada decepción en el camino, porque sin saberlo, fue una bendición de Dios para traerme hasta este lugar. Recordar eso, me ha ayudado ante otras desilusiones. Dios siempre tiene el control.
Hoy disfruto la ceremonia de renovación de nuestra relación de pacto, ya no hay culpa ni vacío, sólo dulzura, belleza, gozo y una complicidad que va en aumento con el tiempo.
Al entender que los derechos sobre mi vida los tiene Jesús, esperar en Él y aceptar su voluntad ya no representa una gran dificultad, por eso, puedo estar más firme y ya no ser vulnerable a las expectativas de los demás. Me quedó claro Quien es el autor de esta historia.
Ahora me permito esperar por cosas excelentes y hermosas porque conozco que las posibilidades de Dios son infinitas y los sueños de Dios están perfectamente diseñados para cada una de nosotras.
Dejar de escucharme y pasar a hablarme la Palabra es algo que debo seguir ejercitando a diario, así como ser muy intencional en no caer en la trivialidad, en aquello que contamina mi mente o me distrae. Debo alimentarme bien para que mi fe no decaiga y pueda seguir prosperando cada día, madurando espiritualmente para poder ver todo desde una perspectiva de Reino. Todo por Él y para Él.
Cuando estoy limpiando el baño, cortando verduras, o barriendo la casa debo recordar que mi vida no está estancada, que aún las cosas pequeñas cooperan para el bien de aquellos que le aman, aún en esos momentos de rutina diaria sin trascendencia aparente Dios continúa obrando, en esa verdad me planto y tengo presente que soy una espectadora de la historia que Él sigue escribiendo.
En momentos de crisis, cuando tanto Pablo como yo vimos “el lado obscuro” del otro, volver a nuestro primer amor fue nuestra salvación. Reconocer que separados de Él nada podemos hacer, solo Cristo nos mantendrá unidos y solamente con su gracia podremos cambiar y ser instrumentos de su voluntad. Agacharnos y ponernos el yugo de Jesús es el único lugar donde podemos dejar de estar cargados de nosotros mismos y volver a estar ligeros para seguir corriendo esta carrera juntos, y no boicotear lo que esperamos por tanto tiempo.
¡Cuanto
necesito de Cristo! ¡Cuanto
necesito recurrir a la fuente principal para
tener estabilidad emocional cada día! En verdad, es una necesidad
constante desde que me levanto hasta que termina el día. La
atmósfera de mi hogar depende de eso,
que la Palabra deje de ser teoría y pase a
ser una práctica diaria, un
estilo de vida para mí.
Todo lo que mencioné se lee muy fácil, pero cada día se trata de una buena batalla de fe (1 Timoteo 6:12). Y la mayor lucha es conmigo misma.
Dios nos va capacitando y va subiendo la intensidad del proceso de santificación gradualmente. Que gran herramienta es el matrimonio como un medio para formar nuestro carácter, para hacernos ver nuestra propia insuficiencia e inmadurez y para ensanchar nuestro corazón de tal forma que sea capaz de amar y perdonar la insuficiencia del compañero. Llevo muy poco tiempo en esto, me falta mucho por aprender y una tonelada de gracia de Dios para tener autoridad en el tema, pero entendí que, así como en la soltería, todo sigue tratándose de encontrar satisfacción y plenitud en Cristo.
Para terminar, te comento que para escribir el blog cada viernes, recurrí a mis anotadores. Empecé este registro de vivencias, oraciones, enseñanzas, promesas, etc. desde el 2014. Leerlos y repasar en mi mente ese camino recorrido ha sido de tanta bendición porque puedo ver claramente la mano de Dios, y eso me permite decirte con toda la convicción de mi corazón que Él es bueno, y todo lo que hace es bueno. No hay días estériles para las que buscamos a Cristo.
Abraza tu presente porque vas a mirar
atrás y verás que cada cosa tuvo su razón de ser.
Dios te bendiga
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