El Señor de la vida amorosa

 “...Busca la justicia, el amor y la paz, y únete a los que, con toda sinceridad, adoran a Dios y confían en él” (2 Timoteo 2.22 TLA)

Creo que esa fue la característica que más llamó mi atención desde el inicio, un hombre que confía y adora al Señor con un corazón sincero. Podía compartir lo que había vivido con Cristo y del otro lado había alguien que me comprendía porque también había vivido lo mismo. No se trataba de “ser de la misma religión”, sino de una experiencia real con Jesús que ambos disfrutábamos.

Su relación con Cristo significó un cambio en él. Hubo un antes y un después. Así como me había ocurrido a mí. Y el «después» no significó un camino libre de errores, pero pude percibir un corazón para el Señor y una conciencia que había sido tocada y moldeada por la Palabra. Eso hizo toda la diferencia. Fue el fundamento sobre el cual se construyó la relación. Y sigue siendo el cimiento que nos mantiene unidos.

Oraba bastante, hablaba con Dios sobre esta sorpresa inesperada y le pedía su dirección, su protección y rendía continuamente la situación en sus manos. Era intencional en buscar al Señor porque no quería que mis emociones gobernaran, quería que Él me guiara. Porque, ustedes me entienden...¿verdad?, los sentimientos suelen estar a flor de piel y apenas te estás conociendo con la persona y ya empiezan a llegar pensamientos sobre el futuro, y “si es el indicado”, y ya imaginamos planes, sueños, el altar, etc. (ya lo había comentado en otro escrito). Cuando esa avalancha se inicia, es bueno parar, aterrizar las emociones y nuestra meditación en las manos de Dios. Esto comenzó a ser un ejercicio constante para mí durante los siguientes meses. Y no me refiero a reprimirse, sino a sujetar todo ese torrente de ilusiones y ponerlos a los pies de Jesús. Un sacrificio vivo más. Ya no idolatrar algo o alguien, sino mantener al Señor en el trono del corazón.

Recordemos que la Biblia nos llama a ser sobrias en todo (2 Timoteo 4:5) Sobriedad es una palabra que tal vez no nos suena muy bien. Tal vez visualizamos algo muy formal o serio. Pero el mismo versículo en otras versiones dice: “mantén la calma en todo momento”, “mantén la mente clara en toda situación”, “sé prudente en todas las circunstancias”.

Entonces el ser sobria te permite ser más objetiva y conducirte de manera más sabia. Por ejemplo, te lleva a hacer más preguntas, escuchar más y hablar menos. Porque no sé si te haya ocurrido, pero el buen deseo de intimidad, de «conocer y ser conocida», «amar y ser amada», me condujo varias veces a abrir el corazón más de la cuenta sin antes “medir las aguas”. Ahora había aprendido a ser un poco más prudente, a hablar, pero también escuchar, escuchar y escuchar...con atención y sin estar pensando en la siguiente cosa que quiero compartir sobre mí.

La intención del corto escrito de hoy es sencillamente recordarte que Cristo también es Señor de tu vida amorosa, que puedes contar con Él en cada paso. Una relación puede nacer y desarrollarse de diversas formas dentro de los planes de Dios y la única receta cierta es la guía del Espíritu Santo. Él quiere protegerte y encaminarte. Nuevamente aplica este versículo clave de Proverbios 3:5-7

“Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus sendas. No seas sabio a tus propios ojos…”

Tu principal aliado es el Espíritu Santo. No lo excluyas de ningún área de tu vida, sobre todo el área sentimental donde está en juego quién acompañará tu peregrinaje en esta tierra.

Recuerda que: “La vida amorosa de un cristiano es un campo de batalla crucial, ahí si no en ninguna otra parte, se determinará quién es el Señor: el mundo, el yo, el diablo, o el Señor Jesucristo” Elisabeth Elliot

Dios te bendiga!

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