¿Tiene Dios el control?

Introducción

Que tesoro tan precioso es tener una Biblia en las manos y poder beber de sus verdades.

Hay días que su lectura es suave y una cierra el Libro sin que aparentemente haya producido nada en tu interior, pero tiempo después aquello que leíste alguna vez, es el sustento para el momento que te toca vivir.

“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié” (Isaías 55:11)

Pero también está ese instante en que lees una porción y te “golpea” el espíritu de tal forma que una certeza queda sellada en tu corazón a partir de ese día.

De hoy en adelante deseo compartir contigo porciones de la Palabra que fueron oxígeno espiritual en algún momento de mi vida.


¿Realmente Dios tiene el control de lo que me ocurre?

Me hice tantas veces esta pregunta en mis años de soltera cuando dudaba si mi situación era fruto de falta de acción de mi parte, o consecuencia de mi vida pasada, o si era la voluntad del Señor para mí. 

El mismo cuestionamiento volvió a surgir ante otras situaciones que tuve que atravesar. Creo que sea cual sea la circunstancia, la mayoría de nosotras, en algún momento tenemos esta interrogante: ¿Dios tiene el control sobre esta situación en mi vida, sí o no?

He aquí la porción de la Biblia me trajo la respuesta que necesitaba

Mateo 17:24-27

“Cuando llegaron a Capernaúm, se acercaron a Pedro los que cobraban las dos dracmas del impuesto del templo y dijeron: «¿No paga su maestro el impuesto del templo?». «Sí», contestó Pedro. Y cuando él llegó a casa, Jesús se le anticipó, diciendo: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes cobran tributos o impuestos los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?». «De los extraños», respondió Pedro. «Entonces los hijos están exentos», le dijo Jesús. «Sin embargo, para que no los ofendamos, ve al mar, echa el anzuelo, y toma el primer pez que salga; y cuando le abras la boca hallarás un siclo; tómalo y dáselo por ti y por Mí»

“los hijos están exentos”. Él era EL UNIGÉNITO HIJO DE DIOS, estaba más que exento de tener que pagar un impuesto al templo. Es más, Él era la razón de ese templo. Es más, el templo y todos los rituales religiosos eran una sombra de Él. Es más…

“Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3)

“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles...todo fue creado por medio de él y para él” (Colosenses 1:16)

“Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén” (Romanos 11:36)

Bueno, nos queda claro que Jesús no tenía por qué pagar el impuesto, ¿verdad? Pero lo hizo para no ofender.

Ahora bien, lo hizo de tal manera que a Pedro y a nosotras (que estamos leyendo lo que ocurrió), no nos quedara la menor duda de Quién es Él y cuál es el grado de soberanía que ejerce sobre su creación.

Dijo: “ve al mar y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás una moneda…”

¿Qué tiene que ver esto contigo y conmigo? ¿Qué tiene que ver con la soltería? ¿Qué tiene que ver con la esterilidad? ¿Qué tiene que ver con el problema laboral? ¿Qué tiene que ver con el dolor o pérdida por el que estás pasando? ¿Que tiene que ver esta porción de la Biblia de hace dos mil años con tus circunstancias hoy? Tiene todo que ver.

Presta atención. Jesús le envió a Pedro a hacer lo que él sabía hacer, que era pescar. Pedro subió a un bote de pesca, fue a un sector del mar donde, por su experiencia, sabía que habría mayor probabilidad de encontrar peces y allí tiró el anzuelo. El primer pez que comió la carnada, fue aquel que alguna vez se había tragado una moneda.

Medita conmigo: Tiempo antes, días o meses, no sabemos, un pez se tragó una moneda. Ese pez habitaba con miles o millones de otros peces en el extenso mar. Jesús sabía que ese pez era el que estaría en el lugar exacto donde Pedro tiraría su anzuelo. Jesús sabía exactamente cuánto tiempo le tomaría a Pedro llegar a la playa, prepararse, remar y dónde posicionaría su barca para pescar. Él solo le dijo a Pedro, ve y pesca. No le dijo dónde ir, no le dijo cuantos metros adentrarse en la barca, ni en qué dirección tirar el anzuelo. Y si lo hubiera hecho, ¡¿cuáles son las posibilidades de que justamente en ese instante se cruzara el pez que se había tragado la moneda?!

Mis hermanas, esta porción trajo tanta pero tanta paz a mi vida. Y debería traer a la tuya también.

Si Jesús tenía conocimiento absoluto de dónde estaba ese pez en el mar, y el momento exacto donde se encontraría con el anzuelo de Pedro. ¿Cómo no va a tener control sobre cada detalle de tu vida? Y tú no eres un pez, eres su más preciado tesoro.

Así que cuando te preguntes si lo que estás pasando es fruto de una mala casualidad, cuando te ataque la ansiedad, la duda o el desánimo. Solo piensa unos minutos en Pedro pescando el pez con la moneda y recuerda…

Él vino a morir en una cruz por mí. Nada en mi vida escapa de sus manos. Puedo estar tranquila y descansar en su soberanía. Él sabe, el me conoce, el me ama, y por sobre todo…


EL TIENE EL CONTROL


Gracias Señor, porque así como sabías exactamente dónde estaba ese pez, sabes exactamente dónde me encuentro hoy, sabes por lo que estoy atravesando, no eres indiferente. En este mundo con millones de mujeres, sabes exactamente quién soy, cómo me siento, conoces mis anhelos, mis tristezas y miedos, y estás conmigo. Te amo y descanso en tu soberanía sobre mi vida.


Amén


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