La clave para establecer el rumbo de tu vida

“Con toda diligencia guarda tu corazón...” (Proverbios 4:23)

¿Recuerdas la parábola del sembrador? Aquella donde Jesús cuenta que alguien va esparciendo la semilla y esta va cayendo en distintos tipos de suelo. Sus discípulos luego le preguntan el significado y el Señor explica claramente que la semilla es la palabra de Dios, el sembrador es quien la proclama y los distintos tipos de terreno son los diferentes estados en que puede encontrarse un corazón al momento de oír esa palabra.

Si eres creyente, como yo, quiere decir que alguna vez nuestros corazones fueron sensibles al Evangelio, creímos y ha dado fruto en nuestras vidas. Por lo tanto, la mayoría de las veces leemos este texto como algo que ya no se aplica a nosotras.

Pero en cierto momento de mi caminar con Cristo comprendí que, siendo ya cristiana, esta parábola se aplica perfectamente. Y deseo compartir esto contigo

¿Cómo está tu corazón hoy para recibir la palabra de Dios con sus promesas, su corrección, su aliento, su fortaleza, su esperanza, y todas sus riquezas?

¿Se encuentra como “junto al camino”?

Oyes la palabra, pero esta no penetra. Estás insensible. Escuchas algo, pero “rebota” y el enemigo se encarga rápidamente de desactivar o anular la verdad que oíste con una mentira para que no creas. No permites que la palabra tenga lugar en tu corazón.

El terreno de mi corazón se endureció así luego de un intenso dolor o pérdida, cuando pensé que el Señor se había olvidado de mí, cuando caí en un desánimo profundo.

¿Se encuentra como un "pedregal"?

Oyes la palabra, te llenas de gozo y fortaleza, te sientes una guerrera conquistadora, pero la permanencia en esa palabra tiene corta duración, colapsa bajo presión. Cuando vienen los problemas, las críticas por querer llevar una vida justa, las burlas por tu espera en Dios, la insistencia en que hagas algo en tus fuerzas para cambiar tu situación, indirectas, comentarios maliciosos, y/o cualquier otro mecanismo que fácilmente desentierra y seca la corta raíz que tiene esa promesa de Dios en tu corazón y sucumbes ante la tensión.

¿Se encuentra como "entre espinos"?

Oyes la palabra, pero esta crece junto con todo tipo de otras cosas que compiten por el terreno de tu corazón y finalmente terminan por ahogarla. Hay palabra mezclada con un poquito de las frases que escuchaste en la serie de televisión; hay promesas de Dios, pero también consejos tomados de la revista que estuviste escudriñado en el salón de belleza; tienes en mente el mensaje de la última prédica, pero también resuena fuerte la opinión de aquella amiga que sabes que carece de sabiduría, pero, a quien de igual manera le abres el corazón de tanto en tanto.  La ansiedad por el futuro, por no querer envejecer, por ahorrar la suficiente cantidad de dinero, y/o cualquier otro motivo que tenga que ver con la vida en esta tierra, (y, ¿por qué no? el afán por aun estar soltera a cierta edad), todo eso termina por asfixiar esa palabra de fortaleza, esperanza y aliento que recibiste directo del cielo para ti.

La buena tierra

Oyes, entiendes y produces fruto. La clave de la buena tierra es que en ella la semilla puede penetrar a una profundidad suficiente y permanecer para producir raíces fuertes Recuerda, si no estás produciendo fruto el problema no es la semilla ni el agricultor, sino la tierra.

Cuando comencé a analizar el terreno de mi corazón, me di cuenta de que pasaba por estas diferentes condiciones aún después de haber entregado mi vida a Cristo. Frecuentemente tenía que examinarme y permitir que el Espíritu Santo quite todo dolor, desánimo, frustración, mentira, afán o cualquier otra cosa que pudiera impedir que la palabra penetre profundo, eche sus raíces, persista, crezca y pueda dar mucho fruto. 

Así como la tierra debe ser atendida, removida, limpiada y regada para recibir nueva semilla, así también el terreno de nuestro corazón. Debemos ser intencionales en mantenerlo preparado para recibir la verdad y permanecer en ella. ¿Recuerdas lo que dijo el Señor? “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes…” (Juan 15:7), “...ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí” (Juan 15:4). La palabra tiene que penetrar y permanecer en profundidad para que podamos dar frutos. 

Por favor: “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida” (Proverbios 4:23 NTV). 

El sentido o dirección que tome tu vida depende del cuidado que le des a tu corazón. 


Señor, te pido que examines mi corazón. Por favor extirpa todo lo que no proviene de ti, remueve lo que está endurecido, riégalo con fe y prepáralo para que pueda estar abierto a tu palabra. Ayúdame a distinguir y alejarme de todo aquello que lo contamina y lo insensibiliza a tu verdad. Ayúdame a cuidarlo bien, atenderlo y mantenerlo libre de cualquier cosa que pudiera afectar su ternura y receptividad a tu preciosa palabra. Que toda y cualquier promesa que oiga la reciba, la crea, y crezca hasta producir mucho fruto en mi vida. En el nombre de Jesús. Amén


*La parábola del sembrador y su explicación la encuentras en: Mateo 13:3-8 y 18-23. Marcos 4:3-8 y 14-20, Lucas 8:5-8 y 11-15.-




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