¿Qué te motiva a esperar lo mejor de Dios?

“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era muy importante y valioso para su rey...Pero aunque Naamán era un hombre importante y poderoso, sufría de lepra...Entonces Naamán fue con sus caballos y carruajes a donde vivía Eliseo y se quedó esperando afuera de la casa. Eliseo le mandó un mensajero que le dijo: «Anda y lávate en el río Jordán siete veces y se te sanará la piel; quedarás puro y limpio»Naamán se enojó y se fue, diciendo: - Pensé que Eliseo saldría y se pararía delante de mí, pediría en el nombre del Señor su Dios y luego pasaría la mano sobre mi cuerpo para sanar la lepra. Los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar son mejores que toda el agua de Israel, ¿por qué no me puedo bañar en aquellos ríos de Damasco y limpiarme ahí? Naamán se enojó mucho y dio media vuelta para irse. Pero los siervos de Naamán fueron y le dijeron: - Señor, si el profeta hubiera dicho que hiciera algo muy difícil lo habría hecho, ¿no es cierto? Con más razón ahora que sólo le dijo: “Lávate y quedarás puro y limpio” Así que Naamán hizo lo que el hombre de Dios había dicho. Bajó y se lavó en el Jordán siete veces, ¡y quedó puro y limpio! Su piel se volvió tan suave como la de un bebé”

2 Reyes 5: 1-14 PDT

Transcribí sólo lo que consideré necesario para el punto al cual quiero llegar. Puedes leer el relato completo en tu Biblia, hay muchos otros tesoros en esta porción de la Palabra.

Cuando leí esta historia el Señor habló algo a mi corazón y es lo que quiero compartir contigo hoy.

Naamán tenía expectativas grandes. Y tener expectativas grandes sobre lo que Dios puede hacer no es algo malo, porque Dios es un Dios grande. El problema es que las expectativas de Naamán estaban basadas en su ego, en quién era él, en lo que merecía (según él). Él merecía algo grande porque él era el general del ejército de Siria. Su expectativa era grande porque su soberbia era grande. Su expectativa no estaba puesta en la grandeza de Dios sino en su propia grandeza. Eso se puede ver claramente en su reacción cuando Eliseo no salió a recibirlo; además, lo que le mandó hacer le pareció muy sencillo a Naamán. Fue algo demasiado simple y humillante para él. Él esperaba algo distinto. De no haber sido por la insistencia de sus siervos, Naamán hubiera continuado con su ego intacto, pero con lepra. Sin embargo, decidió obedecer la voz del profeta de Dios, se curó y glorificó al Señor (2 Reyes 5:15)

A partir de mi encuentro con esta fascinante historia, empecé a meditar en la actitud de Naamán y comencé a sopesar mis motivaciones a la hora de esperar algo de parte del Señor.

Creo que la mayoría de nosotras estamos aguardando por un milagro de parte del Señor en algún área de nuestras vidas. Un esposo, un trabajo, una sanidad, un hijo, la salvación de un ser querido, etc., puedes poner en la lista aquello por lo que estés orando.

Pensando en las motivaciones que me llevan a desear mi milagro, le dije a mi esposo: - «No quiero tener en mi corazón la idea de que “soy especial”» en el sentido de superioridad (pensando en Naamán). Pero al mismo tiempo no quiero ser escasa en mis peticiones al Señor, porque su palabra dice que "por el poder de Dios que obra en nosotras, él puede hacer mucho más de lo que jamás podríamos pedir o imaginar" (Efesios 3:20 PDT)

En eso llegó la sabia respuesta de mi compañero, que resultó ser un bálsamo a mi inquietud y me llevó a la perspectiva correcta. Me dijo: -« No es que uno sea “especial”, es que Dios es especial a través de nosotros”»

Sí, Dios quiere ser especial en nosotras. 

Dios quería glorificarse en la vida de Naamán otorgándole el milagro de sanidad de la lepra. Pero las maneras de Dios no eran las que Naamán esperaba, las consideró muy simples. Él esperaba algo más de glamour.

Puedes esperar que el Señor haga algo muy especial en tu vida, porque Él quiere glorificarse en ti. Él quiere que otros lo vean a través de tu vida, Él quiere brillar en ti. A su manera y en su tiempo. Sólo asegúrate de tener tu corazón en el lugar correcto. Un corazón humilde, receptor de la gracia inmerecida de Dios. Ten un corazón de sierva. 

"Tenemos este tesoro en vasijas de barro para demostrar que este extraordinario poder que obra en nuestra vida no viene de nosotras, sino de Dios"(2 Corintios 4:7 PDT)


Señor, te pedimos que nos ayudes a tener un corazón sencillo, humilde y preparado para recibir todo lo que Tú tienes para darnos. Prepáranos para ser recipientes de tu gracia en los que puedas demostrar tu extraordinario poder y favor. En el nombre de Jesús. Amén


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Dios construye, no destruye

Súbete al altar y confía

La sombrilla de la gracia