Esperanza contra esperanza

 ¿Alguna vez te encontraste con una actitud pesimista, como “esperando lo peor” de alguna situación?

Si es así, bienvenida al club.

Hace unos años el Señor señaló esta falla y por primera vez pude ser consciente de esa respuesta casi automática de tender hacia lo desfavorable. Algo empezaba a drenar mi fe, sentía como la angustia iba avanzando y tomando el terreno de mi corazón. Al reflexionar en lo que estaba meditando descubría frases destructivas como: “parece que yo nunca…”, “no veo la posibilidad…”, “es demasiado difícil que…”, “seguro que no…”, “va a ser así siempre…”, “no puedo…”, “esto no va a cambiar...”etc.

Días atrás recibí (oportunamente) una enseñanza que hablaba sobre el tema y al examinarme comprendí que había vuelto a caer en lo mismo, y era el motivo por el cual andaba sintiéndome tan abatida y nostálgica en los últimos días.

Un estado de “estar dispuesta para lo malo” es vivir en alerta, desconfiada, atormentada e insegura. Esa no es la voluntad de Dios para nosotras.

Proverbios 31:25 describe la actitud de una mujer que confía en el Señor:

“...se ríe de lo porvenir”; “...se ríe sin temor al futuro”; “...espera el futuro con confianza”; “...enfrenta confiada el futuro”; “...sonríe al futuro”; “...el día de mañana no le preocupa”; “...afronta segura el porvenir”

La mujer virtuosa no es ingenua, no vive en una burbuja pensando que la vida debe ser color de rosa, sin embargo, le sonríe al futuro. ¿Cómo puede hacer eso?

¿Cómo puedo esperar el futuro con confianza en medio del mundo que vivimos? ¿Ante las circunstancias que enfrento o que voy a enfrentar?

Teniendo la actitud de Abraham. (Romanos 4:18 en sus distintas versiones dice)

“él creyó en esperanza contra esperanza…”

“aun cuando no había motivos para tener esperanza, Abraham siguió teniendo esperanza porque había creído…”

“... contra toda esperanza, creyó a Dios…”

“cuando ya no había esperanza, Abraham creyó y tuvo esperanza…”

“contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó”

Detente a pensar por un momento. No dice que había una mínima posibilidad y que Abraham se aferró a ella. ¡No! Dice claramente “ya no había esperanza”, “no había motivos para tener esperanza”, en otras palabras "cero probabilidad”, “sin chance”, “se acabó”.

Con todo, este hombre de fe le siguió creyendo al Señor. ¿Por qué? Porque conocía a su Dios que puede dar vida a los muertos y llamar a las cosas que no son como si fuesen (v. 17). ¿Cómo? No dio lugar a la duda por incredulidad hacia la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe; estaba plenamente convencido de que el Señor era poderoso para hacer todo lo que había prometido (v.20 y 21).

¿Oíste el famoso dicho? «Todo tiene solución menos la muerte». Bueno, con el Señor hasta la muerte tiene solución. “Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?… gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Corintios 15:55 y 57)

Por eso nosotras también podemos creer contra toda esperanza. Por eso podemos sonreír al futuro y afrontar seguras el mañana. Porque “...ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38)

Sí, mi hermana, somos “prisioneras de esperanza” (Zacarías 9:12), no podemos escapar.

Cada vez que tus pensamientos se vuelvan perjudiciales para ti, «vuélvete a la fortaleza, oh prisionera de esperanza», el Señor promete que te dará dos bendiciones por cada dificultad (Zacarías 9:12 NTV). Vuélvete a sus promesas, a su Palabra.

Recuerda que tu esperanza no acabará en desilusión, pues sabes con cuánta ternura te ama Dios (Romanos 5:5 NTV); ciertamente hay un porvenir y tu esperanza no será frustrada (Proverbios 23:18)

Seamos mujeres que saben volver a su Fortaleza, que creen en esperanza contra esperanza…

¡Seamos prisioneras de esperanza!

Dios te bendiga







Comentarios

Entradas más populares de este blog

Dios construye, no destruye

Súbete al altar y confía

La sombrilla de la gracia