¡Lanza todas tus flechas!
¿Estás contenta con tu situación y por eso dejaste de orar?, o, ¿es resignación por falta de fe?
Examinemos esta historia y aprendamos de ella:
“Eliseo estaba enfermo de muerte y Joás, rey de Israel, fue a visitarlo. Joás lloró por él y le dijo:
—¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!
Eliseo dijo a Joás: —Toma un arco y unas flechas. Joás tomó un arco y unas flechas.
Entonces Eliseo dijo al rey de Israel: —Pon tu mano en el arco. Joás puso su mano en el arco. Entonces Eliseo puso sus manos en las manos del rey.
Eliseo le dijo:—Abre la ventana que da al oriente. Joás abrió la ventana y Eliseo dijo:—Dispara.
Joás disparó. Entonces Eliseo le dijo:—Esa es la flecha de la victoria del SEÑOR. La flecha de la victoria sobre Siria. Tú los derrotarás en Afec y los destruirás.
Eliseo dijo nuevamente:—Toma las flechas.
Joás tomó las flechas. Entonces Eliseo le dijo al rey de Israel:—Dispara hacia la tierra.
Joás disparó tres veces y se detuvo. El hombre de Dios se enojó con Joás. Eliseo le dijo:
—¡Debías haber disparado cinco o seis veces! Entonces habrías derrotado a Siria hasta destruirla. Pero ahora derrotarás a Siria sólo tres veces” 2 Reyes 13:14-19
Aquí hay dos personajes. El rey Joás y el profeta Eliseo.
Al llamarle padre mío, Joás manifiesta su gran respeto hacia el profeta y su dependencia de su consejo. Con la expresión “carro de Israel y su caballería” el rey reconoce que el Señor (por medio de Eliseo) era la verdadera fuerza y poder de Israel contra todos sus adversarios (*)
Entonces hasta aquí tenemos a un rey que declara confiar en Dios y en su profeta.
Ahora bien, pasemos a la acción. Con las manos de Eliseo sobre las del rey, este dispara una flecha en dirección a la región controlada por Siria, mientras el profeta declara el significado de esta acción; el disparo simbolizaba que Joás iba a derrotar a sus enemigos, el Señor le daría la victoria.
Sin embargo, sabiendo que cada lanzamiento de una flecha representaba una victoria para él, cuando Eliseo le dijo que volviera a disparar, el rey solo lo hizo tres veces y se detuvo, en lugar de vaciar su aljaba.
¿Qué ocurrió? ¿Qué pasó con toda esa confianza que el rey expresó tener en Dios y su profeta en un principio? ¿Por qué cuando tuvo que disparar solo, se limitó a hacerlo tres veces?
¿No te resulta conocida esa actitud?
Expresamos tener confianza en el Señor, respondemos “amén” a las enseñanzas del pastor durante el servicio porque es una autoridad espiritual y sabemos que está hablando la verdad a nuestras vidas. Pasamos al frente a que oren por y con nosotras, y sentimos que algo se movió en la atmósfera espiritual, experimentamos seguridad y estamos llenas de fe. Cuando nos “llevan de la mano” a través de las Escrituras o en un clamor a Dios, vamos bien. Ponen sus manos sobre las nuestras y nos indican para donde disparar la flecha, nos dan una Palabra y regresamos a nuestras casas satisfechas y “empoderadas”.
Pero después de unas horas o días, nos corresponde lanzar nuestras flechas de oración a nosotras solas. Tenemos la Palabra recibida, es más, tenemos promesas de Dios para elegir. Sin embargo, vamos perdiendo fuerza, arrojamos una, dos, tres oraciones al aire y luego nos detenemos.
¿Cuántas flechas tienes en tu mano? ¿Cuántas promesas de Dios tienes a la mano para lanzar con fe? ¿Sigues disparando o te has quedado corta como el rey Joás? ¿Qué ocurrió? ¿Fue el temor? ¿La incredulidad? ¿El cansancio? ¿Falta de paciencia?
No tenemos al profeta Eliseo a nuestro lado, tenemos al Espíritu Santo. No tenemos flechas, tenemos un libro lleno de promesas de Dios que son mucho más poderosas que miles de flechas, es dinamita espiritual a tu disposición, con el poder de ayudarte a vencer ese pecado con el que estás luchando hasta destruirlo; con la capacidad de materializar los propósitos del Señor en tu vida, con la facultad para sanarte y sacarte de la depresión y el desánimo. No hay área de tu vida para la que el Señor no haya provisto. Todo está en su Palabra y tú lo sabes. Lo sabes porque lo crees cuando sale de la boca de otra persona, lo crees cuando alguien la declara sobre ti. Al menos eso ocurría mucho conmigo hasta que el Señor me exhortó con esta porción de la Biblia.
Entonces vuelvo a hacerte la misma pregunta: ¿Estás contenta con tu situación y por eso dejaste de orar?, o, ¿es resignación por falta de fe?
Hoy quiero animarte a que no te detengas por el camino, no lances solo una, o dos, o tres flechas...
¡Vacía toda tu aljaba. ¡No seas escasa! ¡Ten fe!
Dios te bendiga
(*) Biblia de Estudio McArthur pag. 500

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