Palabras que endulzan el alma
“Para alegrar el corazón, buenos perfumes; para endulzar el alma, un consejo de amigos” (Proverbios 27:9 DHH)
¿Te pasó que luego de tener una conversación con alguien tu espíritu se fortaleció, tu fe se afirmó, recobraste el gozo y la esperanza en tu corazón?
Por el contrario, en ocasiones, después de comunicarte con una persona, ¿terminaste con un peso en tu interior? ¿sentiste como si te hubiera inoculado algo que robó tu paz y contaminó tus pensamientos?
Experimenté ambas cosas y al principio no entendía la razón por la cual había encuentros que me construían y otros que producían el efecto contrario, de los cuales me tomaba un par de horas o días reponerme en fe. Con el tiempo el Señor fue proporcionando más y más discernimiento.
“...la envidia y el egoísmo no forman parte de la sabiduría que proviene de Dios. Dichas cosas son terrenales, puramente humanas y demoníacas. Pues, donde hay envidias y ambiciones egoístas, también habrá desorden y toda clase de maldad. Sin embargo, la sabiduría que proviene del cielo es, ante todo, pura y también ama la paz; siempre es amable y dispuesta a ceder ante los demás. Está llena de compasión y del fruto de buenas acciones. No muestra favoritismo y siempre es sincera. Y los que procuran la paz sembrarán semillas de paz y recogerán una cosecha de justicia” (Santiago 3:15-18 NTV)
No hay áreas grises, o alguien habla la verdad o habla una mentira (consciente o inconscientemente). Medias verdades son mentiras. Un poco de mundo, contamina. O hablan a tu temor, o hablan a tu esperanza. O hablan a tu crecimiento, o te drenan. Un poco de levadura, leuda toda la masa (Gálatas 5:9)
Hay momentos en los que una necesita recurrir a alguien que tenga una visión clara, despejada, cuyos ojos estén limpios y sea capaz de dirigirte hacia lo eterno, hacia la Palabra, que es lo único que calma tu alma. Alguien que te levante la mirada al cielo y te ayude a volver a poner las cosas en la perspectiva correcta.
Cuando no cuentas con este tipo de amistades, puedes llegar a sentirte muy sola, aun estando rodeada de gente.
¿Con quién inviertes la mayor parte de tu tiempo? ¿A quién le compartes tus íntimos pensamientos, tus sentimientos, tus luchas?
Busca una persona que te tome de la mano y te lleve a Cristo, te recuerde lo que Él dice de ti y de tu situación. No recurras a quien le hable a tus temores, te limite a este mundo y sus posibilidades. ¡No! Acude a quien te levante la mirada al cielo y te hable a la luz de la verdad de la Palabra.
El Señor siempre pondrá personas en nuestro camino para ayudarnos a seguir. Debemos atesorarlas. No sé qué hubiera hecho sin ellas en mi vida.
He aquí algunas preguntas filtro que me ayudaron a distinguir entre la “humana sabiduría” y la “sabiduría que viene de lo alto” para conducirme en mis años de soltera. Siguen siendo hoy un buen parámetro para distinguir el buen consejo.
¿Apunta siempre a lo que me falta o me incentiva a ser agradecida con las bendiciones que sí tengo?
¿Quiere imponerme su propia experiencia o me anima que busque la guía del Espíritu Santo?
¿Me alienta a esperar en Dios o me sugiere atajos y soluciones inmediatas?
Lo que me dice: ¿alimenta mis temores o alimenta mi fe?
¿Se goza con mi felicidad y celebra mis victorias? ¿O demuestra su buena disposición solo en mis momentos bajos y de tristeza?
¿Me habla con la verdad aunque no me guste, o me dice siempre lo que yo quiero escuchar?
¿Es conciliadora o inserta semillas de división hacia alguien?
Habla lo correcto, eso es bueno. Pero, ¿vive lo que habla? ¿O ata una carga pesada sobre mis hombros que ella misma no está dispuesta a cargar? (Mateo 23:4)
Mi hermana, lo que escribí hoy no se aplica solo a los demás, sino principalmente a nosotras mismas. Te dejo con esta pregunta:
Tu consejo... ¿endulza el alma de tu amiga?
Dios te bendiga
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