La sombrilla de la gracia
Hace unos días experimenté un profundo cansancio. No solo físico, sino también internamente, en el alma y espíritu. Me sentía sin energías para las tareas cotidianas, estaba cargada con emociones bastante negativas y el leer la Biblia u orar me resultaba indiferente. Estaba fría y hastiada. Y no encontraba la manera de salir de esa especie de letargo en el que me encontraba. Todo lo que hacía representaba un desafío enorme. Y si algo me salía mal la frustración era exagerada. Agotamiento, hartazgo, cansancio. Tres palabras que me definían en ese momento. No habría querido estar casada conmigo. Cada día admiro y valoro más a Pablo. No era la primera vez que me sentía así este año. Pero sí fue la más intensa. Como si las veces anteriores (que fueron intermitentes) se hubieran ido acumulando y llegué a mi límite. Como no podía concentrarme como para tener un “tiempo devocional”, empecé a hablar con el Señor mientras limpiaba la casa. Lloraba y hacía el aseo al mismo tiempo. Era tragi...