Innegociable

"El SEÑOR le dijo a un hombre de Dios de Judá que fuera a la ciudad de Betel. Cuando llegó el hombre de Dios, el rey Jeroboán estaba parado junto al altar ofreciendo incienso. El SEÑOR le había dicho al hombre de Dios que hablara en contra del altar...

...Cuando el rey Jeroboán escuchó el mensaje del hombre de Dios acerca del altar que está en Betel, quitó su mano del altar y apuntó hacia el hombre de Dios. Dijo: «¡Arresten a ese hombre!» Pero al decir esto, su brazo quedó paralizado, y no lo pudo mover. El altar se rompió en pedazos y las cenizas se desparramaron. Esta fue la prueba que el SEÑOR había prometido. Entonces el rey Jeroboán dijo al hombre de Dios:

—Por favor, ora por mí al SEÑOR tu Dios para que me sane el brazo.

Así que el hombre de Dios oró al SEÑOR, y se sanó el brazo del rey, volviendo a ser como era antes. Y el rey le dijo al hombre de Dios:

—Ven conmigo a casa, visítame un rato y te daré un regalo.

Pero el hombre de Dios le respondió al rey:

—No iría contigo, ni comería contigo ni bebería siquiera un vaso de agua en este lugar, aunque me dieras hasta la mitad de tus posesiones. El SEÑOR me dijo que no bebiera nada aquí y que no volviera por el mismo camino por donde vine.

Así que el hombre de Dios viajó de regreso por otro camino diferente del que usó para llegar a Betel.

Había un profeta viejo que vivía en la ciudad de Betel. Sus hijos le contaron lo que había sucedido con el altar de Betel y lo que el hombre de Dios le había dicho al rey Jeroboán. El profeta viejo dijo: «¿Por cuál camino salió?» Y le mostraron cuál era el camino que el profeta de Judá había tomado. El profeta viejo pidió que ensillaran su burro. Así lo hicieron y se fue.

El profeta viejo estaba buscando al hombre de Dios y lo encontró sentado debajo de un roble. Le preguntó:

—¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?

El hombre de Dios contestó:

—Sí, soy yo.

Entonces el profeta viejo le dijo:

—Por favor, ven a casa y come conmigo.

Pero el hombre de Dios contestó:

—No puedo ir a casa contigo, no puedo comer ni beber en este lugar. El SEÑOR me dijo: “No comas ni bebas nada en ese lugar. Y no vuelvas por el mismo camino que viniste”.

Entonces el profeta anciano dijo:

—Pero yo también soy un profeta como tú.

Le mintió diciendo:

—Un ángel del SEÑOR vino y me dijo que te llevara a mi casa y te diera algo de comer y de beber.

Así que el hombre de Dios fue con el viejo profeta y comió y bebió con él. Mientras todavía estaban en la mesa, el SEÑOR le habló al viejo profeta. En voz alta le dijo al hombre de Dios:

—El SEÑOR dice que tú no lo obedeciste. No hiciste lo que el SEÑOR te mandó. Te mandó que no comieras ni bebieras nada en este lugar, pero tú volviste, comiste y bebiste. Por eso no te sepultarán donde se sepulta a tu familia.

El hombre de Dios terminó de comer y beber. Entonces el viejo profeta le ensilló un asno y el hombre de Dios se fue. Mientras iba de regreso, un león lo atacó y lo mató " (1 Reyes 13:1-24 PDT)

La primera vez que leí esta historia me quedé perpleja.

El protagonista, «el hombre de Dios o profeta de Judá» había ido a otra ciudad (Betel) a denunciar al rey Jeroboam. Tenía órdenes claras por parte de Dios de no beber ni comer nada en el lugar y regresar a casa por un camino distinto.

Es bastante obvio que rechazara la invitación de un rey a quien había sido enviado para amonestar. Pero lo curioso es que aparece otro personaje en este relato, el llamado «profeta viejo». Ya no se trata de un rey desobediente sino de un profeta. Alguien altamente creíble y respetable quien va en la búsqueda del «profeta de Judá» y mintiéndole consigue que éste coma y beba con él.

Las consecuencias de la desobediencia no se hacen esperar y finalmente el «profeta de Judá» muere al ser atacado por un león en su camino de regreso a casa.

Hay tantos detalles que me intrigan, por ejemplo: ¿Por qué el «profeta viejo» mintió? ¿qué necesidad tuvo de hacer lo que hizo? ¿fue una prueba por parte de Dios? ¿por qué no se menciona el nombre de ninguno de los dos profetas? entre otros. Pero a pesar de las interrogantes hay un principio central que aprendí por medio de este pasaje y es lo que deseo compartir contigo hoy.

La Palabra de Dios siempre será la verdad. Aunque un profeta o incluso un ángel digan lo contrario, jamás desobedecer o dudar de Dios. Por sobre cualquier persona o palabra que salga de labios humanos, está el Señor, Su Palabra y Su Verdad. Si el Señor lo dijo, solo obedece. Sea quien sea que te diga lo contrario, no titubees.

“Pero ¡ojo! Si nosotros o un ángel del cielo les anuncia otras buenas noticias diferentes a las que les anunciamos, ¡que Dios lo condene!” (Gálatas 1:8 PDT)

Por tanto, cualquier mensaje, consejo o sugerencia que no se ajuste a lo que Dios ya nos ha dicho, debemos descartar sin dudar y perseverar en la verdad. Porque “...la palabra de nuestro Dios permanece para siempre” (Isaías 40:8 y 1 Pedro 1:25) y solamente Él nos guía a toda verdad (Juan 16:13).

Mi hermana, que no te engañen (y tampoco te engañes a ti misma) pensando que puedes desobedecer sin consecuencias.

“Los que aceptan mis mandamientos y los obedecen son los que me aman. Y, porque me aman a mí, mi Padre los amará a ellos. Y yo los amaré y me daré a conocer a cada uno de ellos” (Juan 14:21)

Recuerda…

El amar y conocer a Cristo van de la mano con la obediencia.

Dios te bendiga








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